sábado, 5 de septiembre de 2009

La creación del Mundo

nordico

Cuando aún no existía ni la tierra ni el mar ni el aire, cuando sólo existía la oscuridad, ya estaba allí el Allfather.

Al empezar la creación,en el mismo centro del espacio se abría Ginnunga, el terrible abismo sin fondo y sin luz; a su norte estaba la tierra de Niflheim,un mundo de agua y oscuridad que se abría alrededor de la eterna fuente de Hvergelmir, fuente en la que nacían los doce ríos del Elivagar, las doce corrientes que corrían hasta el borde de su mundo, antes de encontrarse con el muro de frío que helaba sus aguas, haciéndose caer también en el abismo central con un estrépito ensordecedor.

Al sur de este caos estaba la dulce tierra de Muspells, el cálido hogar del fuego elemental, cuya custodia estaba encomendada al gigante Sutr.


Este gigante era quien lanzaba nubes de centellas al blandir su espada llameante, llenando de su fuego el cielo, pero este fuego a duras penas conseguía fundir los hielos del abismo, y el frío volvía a vencer de nuevo, haciendo que se elevase una columna de vapor que tampoco podía escapar del abismo, puesto que al volver a encontrarse con el mundo del hielo, se condensaban las grandes columnas de humedad, llenando de nubes el espacio central.

De este lugar surgió el gigante Ymir, la personificación del océano helado, y nació con hambre voraz, que sólo pudo saciar con otra criatura nacida al mismo tiempo que él, la vaca gigante Audhumla, de cuyas ubres brotaban cuatro chorros de leche. Audhumla, buscando ávidamente su alimento, lamió un bloque de hielo y, fundiéndolo, con su lengua, hizo aparecer el buen dios Buri, enterrado desde tiempo inmemorial en los hielos perpetuos. Pero mientras, Ymir, dormido plácidamente alumbró sin darse cuenta, con el sudor de su axila, a Thrudgelmir, el gigante de las seis cabezas y éste hizo nacer después a su compañero Bergelmir, y de los dos salió la estirpe de todos los gigantes malvados del hielo.

Y los gigantes del mar vieron al dios Buri, que acababa de engendrar a su hijo y aliado Börr. Comprendieron que entonces era el único momento en el que podía ser factible tratar de vencer al bien. Inmediatamente, los gigantes comenzaron la guerra.Pero las fuerzas estaban demasiado igualadas y el combate duraba ya eras, cuando Börr desposó a Bestia, la gigante hija del gigante Bolthorn, y de esa unión tuvieron tres hijos, tres aliados inmediatos para su causa: Odín, Vili y Ve (representando el espíritu, la voluntady lo sagrado, respectivamente).

Con esta formidable ayuda el nuevo ejército del bien hizo retroceder a los malvados espíritus del hieloen retirada, hasta dar muerte al gigante Ymir (también llamado Hrim, el gigante de hielo, y Orgelmir), de cuyas tremendas heridas brotabantales chorros de sangre que ahogaron a todos los de su raza, salvo a Bergelmir y su esposa, quienes pudieron ponerse a salvo a tiempo,huyendo en una barca hacia el límite del mundo.

Logrado el éxito, Odín, Vili y Ve se llevaron el cadáver de Ymir al abismo, para con sus inmensos restos mortales poder comenzar a trabajar en la construcción de un mundo habitable. Con su piel construyeron la región de Midgard, o jardín central; con los huesos se hicieron las montañas; con su vello, la vegetación; con sus dientes, los acantilados, sobre los que colocaron las cejas del gigante, para fortificar la frontera con el mar, que lo rodeaba en otro círculo a su alrededor, construido con la
sangre y el sudor de Ymir. Pero, a mucha distancia de ellos, Bergelmir y su mujer alcanzaron una inhóspita tierra que poco afectaba a esas criaturas del frío, estableciéndose en un lugar al que llamaron Jotun, la casa de los gigantes, en donde empezaron a dar vida a otra raza de gigantes del hielo con los que continuar la renovada lucha de las fuerzas opuestas. Asi nacio la Tierra.

Ya sólo faltaba cerrar este nuevo mundo, y se creyó conveniente hacerlo, colocando sobre Midgard la bóveda craneana del derrotado gigante, y así se hizo, encargando a los enanos Nordri, Sudri, Austri y Westri su sujeción en cada uno de los cuatro puntos cardinales que llevaban sus nombres. Con el cráneo puesto en su lugar se dio nacimiento al cielo, pero al colocarlo los sesos se esparcieron
por el aire y con sus restos se crearon las nubes. Sólo faltaba la iluminación de ese espacio y los dioses acudieron a Muspells, a hacerse con fuego de la espada de Surtr, fabricando con sus centellas las luces del firmamento.

Con las dos mayores, los dioses realizaron el Sol y la Luna, colocándolas sobre dos carros que girarían sin parar sobre Midgard, turnándose incesantemente en el cielo, carrozas guiadas por los dos hijos del gigante Mundilfari, su hija Sol y su hijo Mani. Ambas carrozas, para mantener viva la pugna constante entre el bien y el mal, serían eterna e inútilmente perseguidas por los dos lobos Skoll y Hatri, encarnaciones vivientes de la repulsión y del odio, que trataban de alcanzarlos, sin conseguirlo más que en alguna rara ocasión, cuando desde la Tierra se podía ver un eclipse de Sol, o uno de Luna, para lograr su malvado objetivo de devorar al Sol y a la Luna y hacer que la oscuridad perpetua cayera de nuevo sobre el Universo.

Para hacer el día y la noche, se encargó al hermoso Dag, hijo de la diosa de la noche, Naglfari, llevar la carroza del día, tirada por Skin, el brioso caballo blanco que producía con sus cascos la brillante luz del día, mientras que Note, la hija del gigante Norvi, se encargaba de conducir la carroza negra de la noche, que estaba tirada por su negro caballo Hrim, el que lanzaba a la tierra el rocío y la escarcha producido en su trotar. Más tarde, al cortejo celeste se le fueron añadiendo las seis horas, y las dos grandes estaciones, el invierno y el verano. Ya estaba la Tierra lista para ser ocupada por los primeros seres creados por los dioses.

La creacion del Hombre y la Mujer

Los dioses pensaron que el acabado Midgard exigía la presencia de la mujer y del hombre.
Viendo ante sí un olmo (Embla) y un fresno (Ask) juntos, a la orilla del mar, Odín comprendió al instante que de esos dos árboles habría que crear al hombre y a la mujer, la estirpe de los humanos. A ellos les dio Odín el alma; Hoenir, el movimiento y los sentidos; Lodur, la sangre y la vida. El primer hombre, Ask, y la primera mujer, Embla, estaban vivos y eran libres, habían recibido el don del pensamiento y el del lenguaje, el poder de amar, la capacidad de la esperanza y la fuerza del trabajo, para que gobernasen su mundo y dieran nacimiento a una raza nueva, sobre la cual ellos, los dioses, estarían ejerciendo su tutela permanente. Pero Odín, dios de la sabiduría y de la victoria, ante todo era el protector de los guerreros, a los que guardaba un especial afecto, cuidándolos desde la altura de su trono, el Hlidskialf, mientras vigilaba sobre el resto del Universo, en el nivel de los dioses, el de los humanos y en el de los elfos. Cerca de allí estaba su otro palacio, Valhalla, o sala de los muertos escogidos, el paraíso de los hombres elegidos entre los caídos en combate heroico. Era un palacio magnífico, al que se accedía por cualquiera de las quinientas cuarenta puertas, inmensas puertas (por cada una podía pasar una formación de ochocientos hombres en fondo), que daban a una gran sala cubierta de espadas tan brillantes, que ellas eran las que iluminaban la estancia, reflejándose su luz en el artesonado hecho de escudos de oro, y en los petos y mallas que decoraban los bancos, la sala, comedor y lugar de reunión para los Einheriar traídos de entre los muertos por las Valkirias, a lomos de sus monturas, tras cabalgar a través del Bifröst.

Sumerio

La afirmación, registrada y transmitida por los sumerios, de que el «Hombre» fue creado por los nefilim, parece entrar en conflicto, a primera vista, tanto con la teoría de la evolución como con los dogmas judeo-cristianos basados en la Biblia.



Pero, de hecho, la información contenida en los textos sumerios -y sólo esa información-puede afirmar tanto la validez de la teoría de la evolución como la verdad del relato bíblico, y demostrar que, en realidad, no existe conflicto alguno entre ambas.


En la epopeya «Cuando los dioses como hombres», en otros textos concretos y en referencias de pasada, los sumerios describieron al Hombre no sólo como una creación deliberada de los dioses, sino también como un eslabón en la cadena evolutiva que comenzó con los acontecimientos celestes descritos en «La Epopeya de la Creación». Sosteniendo la firme creencia de que la creación del Hombre fue precedida por una era durante la cual sólo los nefilim estaban en la Tierra, los textos sumerios registraron, caso por caso (por ejemplo, el incidente entre Enlil y Ninlil), los acontecimientos que tuvieron lugar «cuando el Hombre aún no había sido creado, cuando Nippur estaba habitado sólo por los dioses». Al mismo tiempo, los textos también describieron la creación de la Tierra y la evolución de la vida de plantas y animales en ella, y lo hicieron en unos términos que se conforman a las actuales teorías evolucionistas.


Los textos sumerios afirman que, cuando llegaron los nefilim a la Tierra, aún no se habían extendido por ésta las artes del cultivo de cereales y frutales, así como la del cuidado del ganado. Del mismo modo, el relato bíblico sitúa la creación del Hombre en el sexto «día» o fase del proceso evolutivo. El Libro del Génesis afirma también que, en un estadio evolutivo anterior:

Ninguna planta de campo abierto había aún sobre la Tierra,
ninguna hierba que es plantada había germinado todavía...
Y el Hombre no estaba todavía allí para trabajar el suelo.

Todos los textos sumerios afirman que los dioses crearon al Hombre para que hiciera el trabajo de ellos. Explicado en boca de Marduk, la epopeya de la Creación da cuenta de la decisión:

Engendraré un Primitivo humilde;
«Hombre» será su nombre.
Crearé un Trabajador Primitivo;
él se hará cargo del servicio de los dioses,
para que ellos puedan estar cómodos.

Los términos que sumerios y acadios utilizaban para designar al «Hombre» hablan a las claras de su estatus y de su propósito: el Hombre era un Mu (primitivo), un Mu amelu (trabajador primitivo), un awilum (obrero). Que el Hombre hubiera sido creado para servir a los dioses no resultaba en absoluto una idea chocante o extraña para los pueblos antiguos. En los tiempos bíblicos, la divinidad era «Señor», «Soberano», «Rey», «Amo». La palabra que, normalmente, se traduce como «culto» era, en realidad, avod (trabajo). El Hombre antiguo y bíblico no daba «culto» a su dios; trabajaba para él.
Pero, en cuanto la deidad bíblica (al igual que los dioses de los relatos sumerios) creó al Hombre, plantó un jardín y puso al Hombre a trabajar en él:

Y el Señor Dios tomó al «Hombre»
y lo puso en el Jardín del Edén
para que lo labrase y cuidase.

Más adelante, la Biblia describe a la Divinidad «paseando por el jardín a la hora de la brisa», ahora que el nuevo ser estaba allí para cuidar del Jardín del Edén. ¿Tan lejos se encuentra esta versión de aquello que dicen los textos sumerios acerca de que los dioses exigieron trabajadores para, así, poder ellos descansar y relajarse?


En las versiones sumerias, la decisión de crear al Hombre se, adoptó en la Asamblea de los dioses. De manera significativa, el libro del Génesis, que, supuestamente, ensalza los logros de una sola Deidad, utiliza el plural Elohim (literalmente «deidadej») para denotar a «Dios», y nos hace un sorprendente "comentario:

Y Elohim dijo:
«Hagamos al Hombre a nuestra imagen,
como semejanza nuestra»"

¿De quiénes está hablando no la singular, sino la plural deidad, y quiénes eran esos «nosotros» en cuya plural imagen y plural semejanza había que hacer al Hombre? El libro del Génesis no nos da la respuesta. Después, cuando Adán y Eva comieron del fruto del Árbol del Conocimiento, Elohim hace una advertencia a los mismos colegas anónimos: «He aquí que el Hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal».


Dado que el relato bíblico de la Creación, al igual que otros relatos de los comienzos en el Génesis, proviene de fuentes sumerias, la respuesta es obvia. Al condensar los muchos dioses en una única Deidad Suprema, el relato bíblico no es más que una versión revisada de los informes sumerios sobre las discusiones en la Asamblea de los Dioses.


El Antiguo Testamento se esfuerza por dejar claro que el Hombre no era un dios ni era de los cielos. «Los Cielos son los Cielos del Señor, a la Humanidad la Tierra Él le ha dado». El nuevo ser fue llamado «el Adán» porque fue creado del adama, de la tierra, del suelo de la Tierra. En otras palabras, el Adán era «el Terrestre».


Careciendo sólo de cierto «conocimiento», así como de un período de vida divino, el Adán fue creado en todos los demás aspectos a imagen (selem) y semejanza (dmut) de su(s) Creador (es). El uso de ambos términos en el texto se hizo para no dejar duda de que el Hombre era similar a (los) Dios(es) tanto en lo físico como en lo emocional, en lo externo y en lo interno.


En todas las antiguas representaciones artísticas de dioses y hombres, la semejanza física es evidente. Aunque la advertencia bíblica en contra de la adoración de imágenes paganas diera pie a la idea de que el Dios hebreo no tenía imagen ni semejanza, el Génesis, al igual que otros informes bíblicos, atestigua todo lo contrario. El Dios de los antiguos hebreos se podía ver cara a cara, se podía luchar con él, se le podía escuchar y hablar; tenía cabeza y pies, manos y dedos, incluso cintura. El Dios bíblico y sus emisarios parecían hombres y actuaban como hombres, porque los hombres fueron creados a semejanza de los dioses y actuaban como los dioses.


Pero en esta cosa tan simple subyace un gran misterio. ¿De qué manera una nueva criatura pudo ser, física, mental y emocionalmente, una réplica virtual de los nefilim? Realmente, ¿cómo fue creado el Hombre?


El mundo occidental hacía tiempo que estaba entregado a la idea de que, creado deliberadamente, el Hombre había sido puesto en la Tierra para someterla y ejercer su dominio sobre todas las demás criaturas. Después, en noviembre de 1859, un naturalista inglés llamado Charles Darwin publicó un tratado llamado On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favou-red Races in the Struggle for Life. Resumiendo cerca de treinta años de investigación, el libro añadía, a los conceptos previos sobre la evolución natural, la idea de una selección natural como consecuencia de la lucha de todas las especies -tanto de plantas como de animales- por la existencia.


El mundo cristiano ya se había llevado un golpe cuando, desde 1788 en adelante, destacados geólogos habían comenzado a expresar su creencia de que la Tierra tenía una gran antigüedad, mucho mayor que la de los más o menos 5.500 años del calendario hebreo. Pero lo explosivo del caso no fue el concepto de evolución como tal; estudiosos anteriores ya habían observado este proceso, y los eruditos griegos del siglo iv a.C. ya habían recopilado datos sobre la evolución de la vida animal y vegetal.


El terrible bombazo de Darwin consistió en la conclusión de que todos los seres vivos -incluido el Hombre- eran producto de la evolución. El Hombre, en contra de la creencia sostenida entonces, no había sido generado espontáneamente.


La reacción inicial de la Iglesia fue violenta. Pero, a medida que los hechos científicos concernientes a la verdadera edad de la Tierra, la evolución, la genética y otros estudios biológicos y antropológicos salían a la luz, las críticas de la Iglesia iban enmudeciendo. Parecía que, al final, las mismísimas palabras del Antiguo Testamento hacían indefendible el relato del Antiguo Testamento; pues, ¿cómo iba a decir un Dios que no tiene cuerpo y que está universalmente solo: «Hagamos al Hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra»"?


Pero, realmente, ¿no somos más que «simios desnudos»? ¿Es que el mono no está más allá de la distancia de un brazo, evolutivamente hablando? ¿Es que la musaraña arborícola es un ser humano que aún no se pone de pie ni ha perdido la cola?


Como ya mostramos al comienzo de este libro, los científicos modernos van a tener que cuestionarse las teorías simples. La evolución puede explicar el curso general de los acontecimientos que han hecho que la vida y las formas de vida se desarrollen en la Tierra, desde la más simple criatura unicelular hasta el Hombre. Pero la evolución no puede dar cuenta de la aparición del Homo sapiens, que tuvo lugar de la noche a la mañana, en los términos de millones de años que la evolución requiere, y sin ninguna evidencia de estadios previos que pudieran indicar un cambio gradual desde el Homo erectus.


El homínido del género Homo es un producto de la evolución. Pero el Homo sapiens es el producto de un acontecimiento repentino, revolucionario. Apareció inexplicablemente hace unos 300.000 años, millones de años demasiado pronto.
Los expertos no tienen explicación para esto. Pero nosotros sí. Los textos sumerios y babilonios sí que la tienen. Y el Antiguo Testamento también.


El Homo sapiens -el Hombre moderno- fue creado por los antiguos dioses.


Afortunadamente, los textos mesopotámicos hacen una clara exposición del momento en que fue creado el Hombre. El relato de las fatigas y el posterior motín de los anunnaki nos dice que. «durante 40 períodos sufrieron el trabajo, día y noche»; los largos años de su duro trabajo los dramatizó el poeta con la repetición de versos.

Durante 10 períodos sufrieron el duro trabajo;
durante 20 períodos sufrieron el duro trabajo;
durante 30 períodos sufrieron el duro trabajo;
durante 40 períodos sufrieron el duro trabajo.

El antiguo texto usa el término ma para decir «período», y la mayoría de los expertos lo han traducido por «año». Pero el término connotaba «algo que se completa y, después, se repite». Para los hombres de la Tierra, un año equivale a una órbita completa de la Tierra alrededor del Sol. Pero, como ya hemos demostrado, la órbita del planeta de los nefilim equivalía a un shar, o 3.600 años terrestres.


Cuarenta shar, o 144.000 años terrestres, después de .su, llegada, fue cuando los anunaki dijeron: «¡Basta!». Si los nefilim llegaron a la Tierra, tal como hemos concluido, hace alrededor de 450.000 años, ¡la creación del Hombre debió tener lugar hace unos 300.000 años!


Los nefilim no crearon a los mamíferos, a los primates o a los homínidos. «El Adán» de la Biblia no era el género Homo, sino el ser que es nuestro antepasado, el primer Homo sapiens. Lo que los nefilim crearon es el Hombre moderno, tal como lo conocemos.


La clave para comprender este hecho crucial se encuentra en el relato en el que despiertan a Enki para informarle que los dioses han decidido formar un adamu, y que su tarea consiste en buscar la forma de hacerlo. A todo esto, responde Enki:

«La criatura cuyo nombre pronunciáis
¡EXISTE!»

y añade: «Sujetad sobre ella» -sobre la criatura que ya existe- «la imagen de los dioses».


Aquí, por tanto, se encuentra la respuesta al enigma: los nefilim no «crearon» al Hombre de la nada; más bien, tomaron una criatura que ya existía y la manipularon para «sujetar sobre ella» la «imagen de los dioses».


El Hombre es el producto de la evolución; pero el Hombre moderno, el Homo sapiens, es el producto de los «dioses». Pues, en algún momento, hace alrededor de 300.000 años, los nefilim cogieron a un hombre-simio (Homo erectus) y le implantaron su propia imagen y semejanza.


No hay ningún conflicto entre la evolución y los relatos de la creación del Hombre de Oriente Próximo. Más bien, se explican y se complementan uno a otro. Pues, sin la creatividad de los nefilim, el hombre moderno se encontraría aún a millones de años de distancia en su árbol evolutivo.

Remontémonos en el tiempo e intentemos visualizar las circunstancias y los acontecimientos, tal como se revelaron.
La gran etapa interglacial, que comenzó hace alrededor de 435.000 años, y su clima cálido hicieron que proliferara el alimento y los animales. También aceleró la aparición y la expansión de un avanzado simio de aspecto humano el Homo erectus.


Cuando los nefilim observaran toda ésta fauna, no sólo verían a los mamíferos predominantes sino también a los primates, entre los cuales estarían esos simios de aspecto humano. Y existe la indudable posibilidad de que algunas de esas bandas de Homo erectus que iban de aquí para allí se sintieran fascinadas y se acercaran a observar los objetos ígneos que se elevaban en el cielo. Incluso es muy posible que los nefilim observaran, encontraran e, incluso, capturaran a algunos de estos interesantes primates.


Que los nefilim y los simios de aspecto humano se conocieron es algo que viene atestiguado por varios textos antiguos. Un relato sumerio, que trata de los tiempos primordiales, afirma:

Cuando la Humanidad fue creada,
no sabían nada sobre comer pan,
i no sabían nada sobre ponerse prendas de vestir;
comían plantas con la boca, como la oveja;
bebían agua de una zanja.

En La Epopeya de Gilgamesh se describe también a este ser «humano» medio animal. Aquí se nos dice el aspecto que tenía Enkidu, el «nacido en las estepas», antes de civilizarse:

Peludo es todo su cuerpo,
dotado en la cabeza con una melena como la de una mujer...
No sabe nada de gente ni de tierra;
su atuendo es como el de uno de los campos verdes;
come hierba con las gacelas; con las bestias salvajes se codea
en el abrevadero;
con las prolíficas criaturas en el agua
su corazón se deleita.

El texto acadio no sólo describe a un hombre de aspecto animal; también habla de un encuentro con tal ser:

Entonces, un cazador, uno que pone trampas,
se puso frente a él en el abrevadero.
Cuando el cazador lo vio,
su cara se quedó inmóvil...
La inquietud tocó su corazón, su rostro se ensombreció,
pues la angustia había entrado en su vientre.

En el cazador había algo más que temor, tras contemplar «al salvaje», a ese «bárbaro de las profundidades de la estepa»; pues ese «salvaje» se entrometía también en los asuntos del cazador:

Él rellenaba los hoyos que yo había cavado,
desmontaba las trampas que yo había puesto;
las bestias y las criaturas de la estepa
había hecho que se me escaparan de entre las manos.

No podemos pedir una descripción mejor de un hombre-simio: un nómada vagabundo peludo que «ni sabe de gente ni de tierra», vestido con hojas, «como uno de los campos verdes», comiendo hierba y viviendo entre animales. Sin embargo, no carece de cierta inteligencia, pues sabe cómo desmontar las trampas y rellenar los hoyos del cazador. En otras palabras, protegía a sus amigos animales, evitaba que fueran capturados por los cazadores alienígenas. Se han encontrado muchos sellos cilíndricos que representan a este hombre-simio peludo entre sus amigos animales. (Fig. 149)

Entonces, ante la necesidad de mano de obra, y resueltos a conseguir un Trabajador Primitivo, los nefilim pensaron en una solución a la medida: domesticar al animal adecuado.


El «animal» estaba disponible, pero el Homo erectus planteaba un problema. Por una parte, era demasiado inteligente y salvaje como para convertirse, así, por las buenas, en una dócil bestia de trabajo. Por otra parte, no se adecuaba realmente al trabajo requerido. Precisaría de algunos cambios físicos. Tenía que ser capaz de agarrar y usar las herramientas de los nefilim, caminar y doblarse como ellos para poder sustituir a los dioses en campos y minas. Tenía que disponer de un «cerebro» mejor -no como el de los dioses, pero sí lo suficientemente bueno como para comprender las palabras, las órdenes y las tareas que se le asignaran. Necesitaba la suficiente inteligencia y comprensión como para ser un obediente y útil amelu -un siervo.


Si, como las evidencias: de la antigüedad y la ciencia moderna parecen confirmar, la vida en la Tierra germinó de la vida en el Duodécimo Planeta, la evolución en la Tierra debió avanzar del mismo modo en que lo hizo en el Duodécimo Planeta. Indudablemente, tuvo que haber mutaciones, variaciones, aceleraciones y retrasos provocados por las diferentes situaciones locales; pero los mismos códigos genéticos, la misma «química de la vida» que se encuentra en todos los seres vivos de la Tierra tuvo que guiar el desarrollo de las formas de vida terrestres en la misma dirección general que siguió en el Duodécimo Planeta.


Al observar las distintas formas de vida de la Tierra, los nefilim y su científico jefe, Ea, no debieron tardar demasiado en darse cuenta de lo que sucedía: durante la colisión celeste, su planeta había inseminado la Tierra con su propia vida. De ahí, que el ser que pretendían convertir en trabajador era, ciertamente, similar a los nefilim, aunque en una forma menos evolucionada.


Lo que necesitaban no era un proceso gradual de domesticación a través de generaciones de cría y selección, sino un proceso rápido que permitiera la «producción masiva» de nuevos trabajadores. Así pues, se le planteó el problema a Ea, que vio la respuesta de inmediato: «imprimir» la imagen de los dioses sobre el ser que ya existía.


El proceso que Ea recomendó para conseguir un avance evolutivo rápido del Homo erectus era, según creemos, la manipulación genética.


Ahora sabemos que el complejo proceso biológico por el cual un organismo vivo se reproduce, creando una progenie que se parece a sus padres, se realiza a través del código genético. Todos los organismos vivos -desde la lombriz hasta el helecho arborescente o el Hombre- disponen, en el interior de cada célula, de una serie de cromosomas, unos cuerpecillos diminutos con forma de vara, que conservan toda la información hereditaria de ese organismo en particular. Cuando la célula masculina (el polen, el esperma) fertiliza la célula femenina, los dos grupos de cromosomas se combinan y, luego, se dividen para formar nuevas células que tienen todas las características hereditarias de las células de los dos progenitores.


En la actualidad, es posible la inseminación artificial, incluso la de un huevo humano femenino. Pero el desafío se encuentra en la fertilización cruzada entre diferentes familias dentro de la misma especie, e, incluso, entre especies diferentes. La ciencia moderna ha hecho un largo camino desde el desarrollo de los primeros cereales híbridos, el cruce de perros de Alaska con lobos o la «creación» de la muía (el apareamiento artificial de una yegua con un burro), hasta la capacidad para manipular la propia reproducción del Hombre.


El proceso llamado clonación (del griego klon -ramita) aplica a los animales el mismo principio que se sigue cuando se corta uno de los tallos de una planta para, con él, reproducir otras plantas similares. Esta técnica, aplicada a los animales, se demostró viable por primera vez en Inglaterra, cuando el Dr. John Gordon sustituyó el núcleo de un huevo fertilizado de rana por el material nuclear de otra célula de la misma rana. La generación de renacuajos normales demostró que el huevo procedía a desarrollar, subdividir y crear progenie sin importar de dónde se obtuviera el grupo de cromosomas a emparejar.


Los experimentos del Institute of Society, Ethics and Life Sciences de Hastings-on-Hudson, Nueva York, han demostrado que ya se dispone de las técnicas necesarias para la clonación de seres humanos. En estos momentos, es posible tomar el material nuclear de cualquier célula humana (no necesariamente de los órganos sexuales) e, introduciendo sus 23 pares de cromosomas completos en el óvulo femenino, concebir y dar a luz a una persona «predeterminada». En la concepción normal, los cromosomas del «padre» y de la «madre» se mezclan para, después, dividirse y concluir en los 23 pares de cromosomas, en un proceso de combinaciones fortuitas. Pero, en la clonación, la descendencia es una réplica exacta de un grupo de cromosomas que no se ha dividido. Poseemos ya, según el Dr. W. Gaylin, «el tremendo conocimiento para hacer copias exactas de seres humanos» -un número ilimitado de Hitlers, Mozarts o Einsteins (si hubiéramos preservado sus núcleos celulares).


Pero el arte de la ingeniería genética no se limita a un proceso. Investigadores de muchos países han perfeccionado un proceso llamado «fusión celular» que hace posible fundir células en vez de combinar cromosomas dentro de una única célula. Como resultado de este proceso, células de diferentes procedencias se pueden fundir en una «supercélula», conservando dentro de sí misma los dos núcleos y una doble serie de cromosomas emparejados. Cuando esta célula se divide, la mezcla de núcleos y cromosomas se puede escindir según un modelo diferente al de cada célula antes de la fusión. El resultado puede ser el de dos nuevas células, cada una de ellas genéticamente completa, pero cada una con una nueva serie de códigos genéticos, completamente trastocados con relación a los que había en las células de los progenitores.


Esto significa que las células de lo que, hasta ahora, eran organismos vivos incompatibles -por ejemplo, las de un pollo y las de un ratón- se pueden fundir para formar células nuevas con nuevas mezclas genéticas que producirán animales nuevos, que no serán ni pollos ni ratones, tal como los conocemos. Aun más refinado, el proceso nos puede permitir también la selección de las características o rasgos de una forma de vida que se pretenden impartir a la célula combinada o «fusionada».


Esto está llevando al desarrollo del amplio campo de los «trasplantes genéticos». Ahora es posible extraer de determinadas bacterias un gen específico e introducirlo en una célula animal o humana, dándole a la descendencia una característica añadida.

Deberíamos suponer que los nefilim, que eran capaces de realizar viajes espaciales hace 450.000 años, debían de estar igualmente avanzados en el campo de las ciencias de la vida, si comparamos su situación con la nuestra de hoy en día. También deberíamos suponer que conocían las distintas alternativas por las cuales combinar dos grupos de cromosomas preseleccionados para obtener un resultado genético predeterminado; y que, si los procesos eran similares a la clonación, a la fusión celular, al trasplante genético u otro método desconocido para nosotros todavía, ellos debían conocer estos procesos y podrían llevarlos a cabo no sólo en la probeta del laboratorio, sino también en organismos vivos.


Existe una referencia a estas mezclas de dos fuentes de vida en los textos antiguos. Según Beroso, la deidad Belo (señor) -llamado también Deo (dios)- engendró a varios «Seres espantosos, que fueron generados a partir de un principio doble».

Aparecían hombres con dos alas, algunos con cuatro y dos caras. Tenían un cuerpo, pero dos cabezas, una de hombre, otra de mujer. Del mismo modo, tenían tanto órganos masculinos como femeninos.


Otras figuras humanas se veían con patas y cuernos de cabra. Unos tenían pies de caballo; otros tenían extremidades de caballo detrás, pero por delante tenían forma como de hombres, pareciendo hipocentauros. Del mismo modo, se creaban allí toros con cabeza de hombre; y perros con cuerpos cuádruples, y colas de peces. También caballos con cabeza de perro; hombres también, y otros animales, con cabeza y cuerpo de caballo y cola de pez. En resumen, había criaturas con extremidades de cada una de las especies animales...

De todo esto se conservaron imágenes en el templo de Belo en Babilonia.

Los desconcertantes detalles de este relato pueden conservar una importante verdad. Es bastante probable que, antes de recurrir a la creación de un ser con su propia imagen, los nefilim intentaran resolver el problema con un «sirviente manufacturado», experimentando con otras alternativas, como la creación de un híbrido animal-hombre-simio. Algunas de estas criaturas artificiales quizás sobrevivieron por un tiempo, pero, ciertamente, debieron ser incapaces de reproducirse. Es posible que los enigmáticos hombres-toro y hombres-león (esfinges) que adornaban los templos del Oriente Próximo de la antigüedad no fueran sólo el producto de la imaginación de un artista, sino criaturas reales que salieran de los laboratorios biológicos de los nefilim -experimentos fallidos, conmemorados en el arte y en forma de estatuas. (Fig. 150)

Los textos sumerios también hablan de seres humanos deformes creados por Enki y la Diosa Madre (Ninhursag) durante el transcurso de sus esfuerzos por dar forma a un Trabajador Primitivo perfecto. En uno de los textos se dice que Ninhursag, cuya tarea era «sujetar sobre la mezcla el molde de los dioses», se emborrachó y «fue a ver a Enki»,

«¿Cuán bueno y cuán malo es el cuerpo del Hombre?
Según me dicta el corazón,
puedo hacer su destino bueno o malo».

Entonces, picaramente, según este texto -pero, probablemente, sin poderlo evitar, como parte del proceso de ensayo-error-, Ninhursag creó a un Hombre que no podía retener la orina, una mujer que no podía tener hijos, un ser que no tenía órganos masculinos ni femeninos. En conjunto, Ninhursag engendró seis seres humanos deformes o deficientes. A Enki se le consideró responsable de la creación imperfecta de un hombre de ojos débiles y manos temblorosas, enfermo del hígado y con deficiencias cardiacas; así como de otro con enfermedades relacionadas con la vejez, etc.


Pero, por fin, se logró el Hombre perfecto -al que Enki llamó Adapa; la Biblia, Adán; y nuestros expertos, Homo sapiens. Este ser era tan similar a los dioses que, en un texto, se llega incluso al punto de decir que la Diosa Madre le dio a su criatura, el Hombre, «una piel como la piel de un dios» -un cuerpo suave y sin pelo, bastante diferente del peludo hombre-simio.


Con este producto final, los nefilim fueron genéticamente compatibles con las hijas del Hombre, y pudieron casarse con ellas y tener hijos de ellas. Pero tal compatibilidad sólo podría darse si el Hombre se hubiera desarrollado a partir de la misma «simiente de vida», como los nefilim. Y, ciertamente, esto es lo que los antiguos textos intentaban decir.


El Hombre, tanto en el concepto mesopotámico como en el bíblico, estaba hecho de la mezcla de un elemento divino -la sangre de un dios o la «esencia» de su sangre- y de la «arcilla» de la Tierra. Y la verdad es que el término lulu que se le aplicaba al Hombre, aunque llevando el sentido de «primitivo», significaba literalmente «aquel que ha sido mezclado».



Habiéndole pedido que diera forma a un hombre, la Diosa Madre «se lavó las manos, tomó un pellizco de arcilla, lo mezcló en la estepa». (Resulta fascinante observar aquí las precauciones higiénicas que tomó la diosa. «Se lavó las manos.» Nos encontramos también estos procedimientos clínicos en otros textos de la creación.)


El uso de «arcilla» terrestre mezclada con «sangre» divina para crear el prototipo del Hombre está firmemente establecido en los textos mesopotámicos. En uno de ellos, donde se cuenta cómo se le pidió a Enki que «efectuara una gran obra de Sabiduría» -de «saber hacer» científico-, afirma que Enki no tuvo grandes problemas en llevar a cabo la tarea de «elaborar servidores para los dioses». «¡Se Puede hacer!», anunció. Y, después, dio estas instrucciones a la Diosa Madre:

«Mezcla a un corazón la arcilla
del Fundamento de la Tierra,
-justo por encima del Abzu-
y dale la forma de un corazón.
Yo proporcionaré buenos e inteligentes dioses jóvenes
que llevarán esa arcilla hasta el estado adecuado».

El segundo capítulo del Génesis ofrece esta versión técnica:

Y Yahveh, Elohim, formó el Adán
de la arcilla del suelo;
y Él sopló en sus narices el aliento de vida,
y el Adán se convirtió en una Alma viviente.

El término hebreo que se traduce, normalmente, como «alma» es nephesh, ese esquivo «espíritu» que anima a la criatura viva y que parece que la abandone cuando muere. No por casualidad, el Pentateuco (los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) exhorta una y otra vez contra el derramamiento de sangre humana y la ingestión de sangre animal «porque la sangre es el nephesh». La versiones bíblicas de la creación del Hombre equiparan, de este modo, nephesh («espíritu», «alma») y sangre.


El Antiguo Testamento ofrece otra pista sobre el papel de la sangre en la creación del Hombre. El término adama (del cual proviene el nombre de Adán) significa, originalmente, no sólo cualquier tierra o suelo, sino, específicamente, suelo rojo oscuro. Al igual que la palabra acadia homologa adamatu («tierra roja oscura»), el término hebreo adama y el nombre hebreo del color rojo (adom) provienen de las palabras empleadas para designar la sangre: adatnu, dam. Cuando el libro del Génesis nombra al ser creado por Dios «el Adán», emplea un juego de doble significado muy habitual en la lingüística sumeria. «El Adán» podía significar «el de la tierra» (terrestre), «el hecho de suelo rojo oscuro», y «el hecho de sangre».


La misma relación entre el elemento esencial de las criaturas vivas y la sangre existe en los relatos mesopotámicos de la creación del Hombre. Esa especie de hospital donde Ea y la Diosa Madre engendraron al Hombre recibía el nombre de Casa de Shimti. La mayoría de los expertos lo traducen como «la casa donde se determinan los destinos». Pero el término Shimti proviene, inequívocamente, del sumerio SHI.IM.TI, que, tomado sílaba a sílaba, significa «respirar-viento-vida». Así pues, Bit Shimti significaría, literalmente, «la casa donde el viento de la vida se insufla», lo cual es, virtualmente, idéntico a la afirmación bíblica.


Lo cierto es que la palabra acadia que se empleó en Meso-potamia para traducir el sumerio SHI.IM.TI fue napishtu -el homólogo exacto del término bíblico nephesh. Y el nephesh o napishtu era un «algo» esquivo en la sangre.


Aunque el Antiguo Testamento no ofrecía demasiadas pistas, los textos mesopotámicos eran bastante explícitos en el tema. No sólo afirmaban que hacía falta sangre para la mezcla de la cual se elaboró el Hombre, sino que también especificaban que tenía que ser la sangre de un dios, sangre divina.


Cuando los dioses decidieron crear al Hombre, su líder anunció: «Sangre amasaré, huesos nacerán». Sugiriendo que la sangre se tomaría de un dios específico, «Que los primitivos se forjen según su [de él] modelo», dijo Ea. Al elegir al dios,

De su [de él] sangre, ellos forjarán a la Humanidad;
imponiéndole el servicio, que libere a los dioses...
Fue un trabajo más allá de la comprensión.

Según el relato épico «Cuando los dioses», los dioses llamaron entonces a la Diosa del Nacimiento (la Diosa Madre, Ninhursag) y le pidieron que realizara el trabajo:

Mientras la Diosa del Nacimiento esté presente,
que la Diosa del Nacimiento forje una descendencia.
Mientras la Madre de los Dioses esté presente,
que la Diosa del Nacimiento forje un Lulu;
que el trabajador lleve la carga de los dioses.
Que cree un Lulu Amelu,
que él lleve el yugo.

En un antiguo texto babilonio llamado «La Creación del Hombre por la Diosa Madre», los dioses llaman a «La Comadrona de los dioses, la Hábil Mari» y le dicen:

Tú eres el útero-madre,
la que puede crear a la Humanidad.
¡Crea, pues, a Lulu, que lleve él el yugo!

En este punto, el texto de «Cuando los dioses» y otros textos Paralelos se sumergen en una detallada descripción de la creación real del Hombre. Tras aceptar el «empleo», la diosa (llamada aquí NIN.TI -«dama que da vida») estableció unos cuantos requisitos, entre los que había algunos productos químicos («betunes del Abzu»), para usar en la «purificación», y «la arcilla del Abzu».


Fuesen lo que fuesen estos materiales, Ea no tuvo problemas en comprender los requisitos, y, aceptando, le dijo:

«Prepararé un baño purificador,
que un dios sea sangrado...
De su [de él] carne y sangre,
que Ninti mezcle la arcilla».

Pero, para dar forma al hombre a partir de la arcilla mezclada, también era necesaria alguna ayuda femenina, algo relativo al embarazo y al parto. Enki ofreció los servicios de su propia esposa:

Ninki, mi esposa-diosa
será la que afronte el parto.
Siete diosas-del-nacimiento
estarán cerca, para asistir.

Después de mezclar la «sangre» y la «arcilla», la fase de embarazo y parto completaría la dádiva de la «impresión» divina sobre la criatura.

El destino del recién nacido tú pronunciarás;
Ninki fijará sobre él la imagen de los dioses;
y lo que será él es «Hombre».

Algunas representaciones en sellos asirios bien pueden haberse inspirado en estos textos, mostrando a la Diosa Madre (su símbolo era el cortador del cordón umbilical) y a Ea (cuyo símbolo original era el creciente) mientras preparan las mezclas, recitan los ensalmos y se animan el uno al otro a proseguir. (Fig. 151,152)

La implicación de la esposa de Enki, Ninki, en la creación del primer espécimen no defectuoso del Hombre nos recuerda el relato de Adapa, del que ya hablamos en un capítulo anterior:

En aquellos días, en aquellos años,
el Sabio de Eridú, Ea,
lo creó como un modelo de hombres.

Los expertos han conjeturado que las referencias a Adapa como «hijo» de Ea implicaban que el dios amaba a este ser humano hasta el punto de adoptarlo. Pero, en el mismo texto, Anu se refiere a Adapa como «la descendencia humana de Enki». Parece que la implicación de la esposa de Enki en el proceso de creación de Adapa, el «Adán modelo», generó algún tipo de relación genealógica entre el nuevo Hombre y su dios: ¡pero era Ninki la que estaba embarazada de Adapa!
Ninti bendijo al nuevo ser y se lo presentó a Ea. Algunos sellos muestran a la diosa, flanqueada por el Árbol de la Vida y matraces de laboratorio, sosteniendo al ser recién nacido. (Fig. 153)

El ser así engendrado, al cual se refieren una y otra vez en los textos mesopotámicos como un «Hombre modelo» o un «molde», era, al parecer, la criatura adecuada, pues los dioses comenzaron entonces a exigir duplicados. Sin embargo, este detalle, que parece no tener importancia, no sólo arroja luz sobre el proceso mediante el cual se «creó» a la Humanidad, sino también sobre la información, de otro modo conflictiva, que aparece en la Biblia.


Según el primer capítulo del Génesis:

Elohim creó el Adán a Su imagen-
a la imagen de Elohim Él lo creó.
Macho y hembra Él los creó.

El capítulo 5, al cual se le llama el Libro de las Genealogías de Adán, afirma que:

El día en que Elohim creó a Adán,
a semejanza de Elohim Él lo hizo.
Macho y hembra Él los creó,
y los bendijo, y los llamó «Adán»
en el mismo día de su creación.

En la misma frase, se nos dice que la Deidad creó, a su imagen y semejanza, sólo un único ser, «el Adán», y luego se nos dice, en aparente contradicción, que ambos, macho y hembra, fueron creados simultáneamente. Y las contradicciones parecen agudizarse más en el segundo capítulo del Génesis, que es el que, concretamente, nos cuenta que Adán estuvo solo por un tiempo, hasta que la Deidad lo hizo dormir y elaboró una Mujer a partir de su costilla.


Esta contradicción, que ha confundido a eruditos y teólogos a lo largo de siglos, desaparece en el momento en que nos damos cuenta de que los textos bíblicos eran una condensación de las fuentes originales sumerias. Estas fuentes nos informan de que, después de intentar forjar un Trabajador Primitivo «mezclando» homínidos con animales, los dioses llegaron a la conclusión de que la única mezcla que funcionaría sería la de los homínidos con los mismos nefilim. Después de varios intentos infructuosos, se hizo un «modelo» -Adapa/Adán. Al principio, sólo había un Adán.


En el momento en que Adapa/Adán demostró ser la criatura adecuada, se le utilizó como modelo genético o «molde» para la creación de duplicados, y aquellos duplicados no eran sólo machos, sino machos y hembras. Corno ya dijimos, la «costilla» bíblica de la cual se forjó la Mujer era un juego de palabras sobre el término sumerio T| («costilla» y «vida») -confirmando que Eva fue hecha a partir de la «esencia vital» de Adán.

Los textos mesopotámicos nos proporcionan el informe de un testigo ocular acerca de la primera producción de los duplicados de Adán.


Se siguieron las instrucciones de Enki. En la Casa de Shimti -donde el aliento de la vida «se insuflaba»-, Enki, la Diosa Madre y catorce diosas del nacimiento se reunieron. Se obtuvo la «esencia» de un dios, se preparó el «baño purificador». «Ea limpió la arcilla en presencia de ella; él siguió recitando el ensalmo».

El dios que purifica el Napishtu, Ea, habló en voz alta.
Sentado delante de ella, él le daba indicaciones a ella.
Después de recitar su ensalmo,
ella quitó la mano de la arcilla.

Y ahora nos ponemos al tanto del detallado proceso de creación en masa del Hombre. Con catorce diosas del nacimiento presentes,

Ninti pellizcó catorce trozos de arcilla;
depositó siete a la derecha,
depositó siete a la izquierda.
Entre ellos puso el molde.
... el vello ella...
... el cortador del cordón umbilical.

Es evidente que las diosas del nacimiento se dividieron en dos grupos. «El Sabio y erudito, a dos veces siete diosas del nacimiento había reunido», sigue explicando el texto. En sus úteros la Diosa Madre depositó la «arcilla mezclada». Hay atisbos de una intervención quirúrgica -la eliminación o afeitado del vello, la preparación de un instrumento quirúrgico, un cortador. Ahora, no había más que esperar:

Las diosas del nacimiento se mantuvieron juntas.
Ninti se sentó a contar los meses.
El fatídico 10° mes se acercaba;
el 10° mes llegó;
el período para que se abriera el útero había transcurrido.
El rostro de ella irradiaba comprensión:
se cubrió la cabeza, llevó a cabo la obstetricia.
Se ciñó la cintura, pronunció la bendición.
Ella sacó una forma; en el molde había vida.

Parece ser que el drama de la creación del Hombre se compuso con un nacimiento posterior. La «mezcla» de «arcilla» y «sangre» se utilizó para provocar sendos embarazos en catorce diosas del nacimiento. Pero pasaron los nueve meses y el décimo mes comenzó. «El período para que se abriera el útero había transcurrido». Comprendiendo lo que había que hacer, la Diosa Madre «llevó a cabo la obstetricia». En un texto paralelo (a pesar de estar fragmentado) se ve con más claridad que la Diosa Madre tuvo que recurrir a algún tipo de operación quirúrgica:

Ninti... cuenta los meses...
Al destinado 10° mes llamaron;
la Dama Cuya Mano Abre llegó.
Con el... ella abrió el útero.
Su rostro brilló de alegría.
Su cabeza fue cubierta;
... hizo una abertura;
lo que estaba en el útero salió.

Abrumada de alegría, la Diosa Madre dejó escapar un grito.

«¡Yo he creado!
¡Mis manos lo han hecho!»

¿Cómo se logró la creación del Hombre?


En el texto de «Cuando los dioses» hay un pasaje cuyo objetivo era explicar por qué la «sangre» de un dios tenía que mezclarse con la «arcilla». El «divino» elemento requerido no era la goteante sangre de un dios, sino algo más básico y duradero. El dios que fue seleccionado, nos cuentan, tenía TE.E.MA -un término que las destacadas autoridades sobre este texto (W. G. Lambert y A. R. Millard de la Universidad de Oxford) traducen como «personalidad». Pero el término antiguo es mucho más específico, pues significa, literalmente, «aquello que alberga eso que ata la memoria». Y, lo que es más, el mismo término aparece en la versión acadia como etemu, que se traduce como «espíritu».


En ambos casos, se trata de «algo» en la sangre del dios que era el repositorio de su individualidad. Tenemos la certidumbre de que todo esto no eran más que distintas maneras de decir que lo que buscaba Ea, cuando sometió la sangre del dios a una serie de «baños purifica-dores», eran los genes del dios.


También se nos explica el propósito de la mezcla del elemento divino con el terrestre:

En la arcilla, el dios y el Hombre se atarán,
a la unidad llevados juntos;
de manera que, hasta el final de los días,
la Carne y el Alma
que en un dios ha madurado-
esa Alma en un parentesco de sangre está atada;
como su Señal la vida proclamará.
De manera que esto no se olvide,
que el «Alma» en un parentesco de sangre está atada.

Son palabras mayores, pero poco comprendidas por los estudiosos. El texto afirma que la sangre del dios se mezcló en la arcilla de manera que ató al dios y al Hombre genéticamente «hasta el final de los días», de modo que la carne («imagen») y el alma («semejanza») de los dioses quedaría impresa sobre el Hombre en un parentesco de sangre que nunca se podrá romper.


«La Epopeya de Gilgamesh» dice que, cuando los dioses decidieron crear un doble para el en parte divino Gilgamesh, la Diosa Madre mezcló «arcilla» con la «esencia» del dios Ninurta. Más tarde, en el texto, la mítica fuerza de Enkidu se atribuye a que tiene en él la «esencia de Anu», un elemento que adquirió a través de Ninurta, nieto de Anu.


La palabra acadia kisir se refiere a una «esencia», una «concentración» que poseían los dioses de los cielos. E. Ebeling resumió sus esfuerzos por comprender el significado exacto de kisir afirmando que como «esencia, o algún otro matiz del término, podía aplicarse bien a las deidades, así como a los proyectiles del Cielo». E. A. Speiser se mostró de acuerdo con que la palabra implicaba también «algo que bajó del Cielo», y dijo que llevaba una connotación «como si estuviese indicado utilizar el término en contextos relacionados con la medicina».


Volvemos a una simple y única palabra en la traducción: gen.


Las evidencias de los textos antiguos, tanto mesopotamicos como bíblicos, sugieren que el proceso adoptado para mezclar las dos series de genes -los de un dios y los del Homo erectus- implicaba el uso de genes masculinos como elemento divino y de genes femeninos como elemento terrestre.


Después de repetir una vez más que la Deidad creó a Adán a su imagen y semejanza, el Libro del Génesis relata después el nacimiento de Set, el hijo de Adán, con las siguientes palabras:

Y Adán vivió ciento treinta años,
y tuvo un descendiente
a su semejanza y según su imagen;
y le puso por nombre Set.

La terminología es idéntica a la usada para describir la creación de Adán por la Deidad. Pero Set fue, ciertamente, hijo de Adán según un proceso biológico -la fertilización de un huevo femenino con el esperma masculino de Adán, con la consiguiente concepción, embarazo y parto. Una terminología idéntica habla de un proceso idéntico, y la única conclusión plausible es que también Adán fuera engendrado por la Deidad a través del proceso de fertilización de un huevo femenino con el esperma de un dios.


Si la «arcilla», en la cual se mezcló el elemento divino, era un elemento terrestre -como todos los textos dicen-, entonces, la única conclusión posible es que el esperma masculino de un dios -su mate-rial genético- ¡se insertó en el ovulo de una mujer simio!


El termino acadio para la «arcilla» -o, más bien, «arcilla de moldear»- es tit. Pero su ortografía original era TI.IT («aquello que está con vida»). En hebreo, tit significa «barro»; pero su sinónimo es be, que comparte raíz con bia («pantano») y bea («huevo»).


La historia de la Creación está repleta de juegos de palabras. Ya hemos visto el doble y el triple significado de Adán-adama-adamtu-dam. El epíteto para la Diosa Madre, NIN.TI, que significa tanto «dama de la vida» como «dama de la costilla». ¿Por qué no, entonces, bo-bia-bea («arcilla-barro-huevo») como un juego de palabras para el óvulo femenino?


El óvulo de una hembra de Horno erectus, fertilizado con los genes de un dios, se implantó posteriormente en el útero de la esposa de Ea; y, después de obtenido el «modelo», se implantaron duplicados de esto en los úteros de las diosas del nacimiento, para someterse al proceso de embarazo y parto.

El Sabio y erudito,
a dos veces siete diosas del nacimiento había reunido;
siete engendraron varones,
siete engendraron hembras.
La Diosa del Nacimiento engendró
el Viento del Aliento de Vida.
En pares fueron completados,
en pares fueron completados en presencia de ella.
Las criaturas eran Personas-
Criaturas de la Diosa Madre.

El Homo sapiens había sido creado.

Las leyendas y los mitos antiguos, la información bíblica y la ciencia moderna también son compatibles en un aspecto más. Al igual que los descubrimientos de los antropólogos modernos -de que el Hombre evolucionó y emergió en el sudeste de África-, los texto-s mesopotamicos sugieren que la creación del Hombre tuvo lugar en el Apsu- en el Mundo Inferior, donde se encontraba el País de las Minas. Junto con Adapa, el «modelo» del Hombre, algunos textos mencionan a la «sagrada Amama, la mujer de la Tierra», cuya morada estaba en el Apsu.


En el texto de «La Creación del Hombre», Enki le da las siguientes instrucciones a la Diosa Madre: «Mezcla a un corazón la arcilla del Fundamento de la Tierra, justo por encima del Abzu». En un himno a las creaciones de Ea, que «el Apsu modeló como su morada», se dice:

El divino Ea en el Apsu
tomó un pellizco de arcilla,
creó a Kulla para restaurar los templos.

El himno prosigue haciendo una relación de los especialistas en la construcción, así como de los encargados de «los abundantes productos de la montaña y el mar» que fueron creados por Ea -todos, se infiere, a partir de trozos de «arcilla» pellizcadas en el Abzu- el País de las Minas, en el Mundo Inferior.


Los textos dejan suficientemente claro que, aunque Ea construyó una casa de ladrillo junto al agua en Eridú, en el Abzu construyó una casa adornada con plata y piedras preciosas. Fue allí donde su criatura, el Hombre, tuvo su origen:

El Señor del AB.ZU, el rey Enki...
construyó su casa de plata y lapislázuli;
de plata y lapislázuli, como luz centelleante,
el Padre forjó convenientemente en el AB.ZU.
Las Criaturas de semblante brillante,
surgiendo del AB.ZU,
puso en pie por todas partes el Señor Nudimmud.

Uno puede llegar a la conclusión, a partir de los distintos textos, de que la creación del Hombre provocó una escisión entre los dioses. Parece que, al menos al principio, los nuevos Trabajadores Primitivos se restringieron al País de las Minas. Como consecuencia de ello, a los anunnaki que estaban trabajando duramente en la misma Sumer se les negaron los beneficios de la nueva mano de obra. Un desconcertante texto al que estudiosos llaman «El Mito de la Piqueta» es, de hecho, la crónica de los acontecimientos por los cuales los anunnaki que estaban en Sumer bajo el mando de Enlil consiguieron su justa parte de Gente de Cabeza Negra.


Intentando restablecer «el orden normal», Enlil tomó una decisión extrema: la de cortar los contactos entre el «Cielo» (el Duodécimo Planeta o las naves espaciales) y la Tierra, y lanzó una acción drástica contra el lugar «donde la carne brotaba».

El Señor,
lo que es apropiado hizo que sucediera.
El Señor Enlil,
cuyas decisiones eran inalterables,
verdaderamente se apresuró a separar el Cielo de la Tierra
para que los Creados pudieran salir;
verdaderamente se apresuró a separar la Tierra del Cielo.
En el «Enlace Cielo-Tierra» hizo un corte,
para que los Creados pudieran subir
desde el Lugar-Donde-Carne-Brotaba.

Contra el «País de la Piqueta y la Cesta», Enlil forjó un arma maravillosa llamada AL.A.NI («hacha que genera poder»). Esta arma tenía un «diente» que, «como un buey de un solo cuerno», podía atacar y destruir grandes murallas. Según las descripciones, debió ser una especie de taladradora gigante, montada sobre una especie de buldózer, que aplastaba todo lo que se le ponía por delante:

La casa que se rebela contra el Señor,
la casa que no se somete al Señor,
el AL.A.NI la hace someterse al Señor.
Del mal..., las cabezas de sus plantas aplasta;
arranca hasta la raíz, rompe hasta la cúspide.

Armando su artefacto con un «rasgador de tierra», Enlil lanzó su ataque:

El Señor hizo sacar el AL.A.NI, le dio sus órdenes.
Puso el Rasgador de Tierra como corona en la cabeza,
y lo metió en el Lugar-Donde-Carne-Brotaba.
En el agujero estaba la cabeza de un hombre;
desde el suelo, la gente se abría paso hacia Enlil.
Él miró a sus Cabezas Negras con aspecto resuelto.

Agradecidos, los anunnaki hicieron sus solicitudes ante la llegada de los Trabajadores Primitivos y no perdieron tiempo en ponerlos a trabajar:

Los Anunnaki subieron hacia él,
levantaron las manos recibiéndolo,
aplacaron el corazón de Enlil con oraciones.
Cabezas Negras le pedían.
A las personas de Cabeza Negra,
les hicieron coger la piqueta.

Del mismo modo, el Libro del Génesis transmite la información de que «el Adán» fue creado en algún lugar al oeste de Mesopotamia para, después, ser llevado al este, a Mesopotamia, para trabajar en el jardín del Edén:

Y la Deidad Yahveh
plantó un huerto en Edén, en el este...
y tomó al Adán
y lo puso en el Jardín del Edén
para que lo trabajara y lo cuidara.

La creación del Mundo 2

Mito griego

En tiempos muy remotos, sobre la tierra sólo existían dioses inmortales.

Zeus, Dios supremo del Olimpo griego, que fue hijo y sucesor de Cronos, a quien le usurpó el liderazgo después de sucesivas victorias; representaba al poder y al orden cósmico, aunque sin embargo estaba sujeto al Hado, su propio hijo, que fue salvado por su madre Rea de ser devorado por su padre.

Hado constituye el símbolo del destino y la fatalidad, y para los filósofos antiguos representa la serie y orden de causas encadenadas unas con otras que necesariamente producen un efecto.

En ese mundo de sólo divinidades inmortales, los dioses desearon crear seres para poblar la tierra.

Una vez decidida tal idea, Zeus encargó a los hijos del titán Jápeto, que dotaran de gracias y fuerzas a las criaturas terrenales.

Fue Epimeteo, quien rogó a su hermano Prometeo, que le permitiera repartir los dones entre los seres terrenales.

Epimeteo dio a cada animal un don, la belleza a uno, a otro la potencia, a otro la velocidad, a otro la corpulencia, a otro la sagacidad, etc., según su criterio de conveniencia.

Careciendo de la sabiduría de su hermano Prometeo dio todos los dones a los animales dejando al hombre para lo último, quedando de esta forma el ser humano desnudo, indefenso y desarmado.

Fue entonces cuando Prometeo, el amigo del hombre, viendo la injusticia que se había cometido, tratando de corregir el error y robándole la sabiduría a la diosa Atenea, concedió al hombre la lógica.

Prometeo tomó al género humano bajo su protección y robó el fuego a Hefesto regalándoselo al hombre para que se calentara y pudiera vivir mejor, y le enseñó todo lo que sabía.

Pero Zeus, al enterarse de los dones otorgados al hombre que le permitían parecerse a los dioses, lleno de ira, arrojó rayos y relámpagos y castigó a Prometeo duramente encadenándolo en el monte Cáucaso, en los límites del Universo.

Allí todas las mañanas un águila le roía el hígado, que durante la noche le volvía a crecer para volver a ser devorado nuevamente al día siguiente.

Treinta años más tarde, Hércules liberó a Prometeo de tal cruel sufrimiento.

Hefesto, dios del fuego, modeló en su taller a la primera mujer, que fue inicialmente una estatua de metal.

Como era muy bella, Zeus resolvió darle vida y uno de los dioses le agradeció con los dones de la belleza, la gracia, la inteligencia, la habilidad y el poder de persuasión.

Pero también Hermes la dotó de astucia y falsedad y Hera de curiosidad, inquietud que no le daría paz a la mujer un solo instante.

Zeus le envió a Epimeteo a Pandora como regalo, quien hechizado por su belleza decidió unirse a ella de inmediato.

Como regalo le ofreció a ambos una bellísima caja adornada con piedras preciosas y oro.

La caja estaba cerrada, pero al darle Zeus la llave a Pandora le advirtió que si querían vivir felices no la abrieran nunca.

Epimeteo y Pandora vivieron felices muchos años una vida idílica y tanto ellos como sus descendientes ajenos a todo tipo de problemas, felices como los dioses, sin penas, sin preocupaciones ni vejez que los amenazara.

Permanecían siempre jóvenes, se divertían en forma permanente y vivían de las frutas de la tierra sin matar a ninguna criatura viviente para subsistir.

No existían ni robos ni crímenes y cuando se cansaban de tanto vivir se tendían bajo un árbol y allí se dormían eternamente.

Entonces, una suave brisa los transportaba a un lugar aún más tranquilo y mágico.

Pero un día, la curiosidad pudo más y Hara abrió la caja y fue así como surgieron las desdichas y los males de este mundo, como las enfermedades, las amarguras, los dolores y otras desgracias.

La esperanza fue lo último en salir en forma de un pequeño pájaro y como símbolo del consuelo para la humanidad.

Como se puede apreciar, el mito griego de la creación del hombre se asemeja notablemente al mito de Adán y Eva del antiguo testamento.

Según Hesíodo, en un principio sólo existía el Caos. Después emergió Gea (la tierra) de ancho pecho, morada perenne y segura de los seres vivientes, surgida del Tártaro tenebroso de las profundidades, y Eros (el Amor), el más bello de los dioses. Del Caos nada podía esperarse, hasta que de la acción de Eros, principio vital, salieron Érebo (las tinieblas), cuyos dominios se extendían por debajo de Gea en una vasta zona subterránea, y Nix (la oscuridad o la noche). Érebo y Nix tuvieron amoroso consorcio y originaron al Éter y Hemera (el Día), que personificaron respectivamente la luz celeste y terrestre.
Con la luz, Gea cobró personalidad, pero como no pudo unirse al vacío Caos, comenzó a engendrar sola y así mientras dormía surgió Urano (el Cielo Estrellado), un ser de igual extensión que ella, con el fin de que la cubriese toda y fuera una morada celestial segura y eterna para los dioses. También produjo las montañas, para albergue grato de las Ninfas, que escogieron para ello frondosos bosques.
Urano, contempló tiernamente a su madre desde las elevadas cumbres y derramó una lluvia fértil sobre sus hendiduras secretas, naciendo así las hierbas, flores y árboles con los animales y las aves, que formaron como un cortejo para cada planta. La lluvia sobrante hizo que corrieran los ríos y al llenar de agua los lugares huecos se originaron así los lagos y los mares, todos ellos deificados con el nombre de Titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Iápeto, Crono; y Titánides: Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemósine y Febe; de ellos descendieron los demás dioses y hombres. Pero como si Urano y Gea quisieran demostrar que su poder estaba por encima de todo, crearon otros hijos de horrible aspecto: los tres Cíclopes primitivos, llamados Arges, Estéropes y Brontes, quienes tenían un solo ojo redondo en medio de la frente y representaban respectivamente el rayo, el relámpago y el trueno y eran inmortales, muchos de éstos ya mortales fueron muertos por Apolo para vengar la violenta desaparición de Asclepio del mundo de los vivos. Finalmente, engendraron a los Hecatonquires o Centimanos, tres hermanos con cincuenta cabezas y cien brazos cada uno que se llamaron Coto, Briareo y Giges.
Por su parte la Noche por sí sola había engendrado a Tánatos (la muerte), a Hipno (el sueño) y a otras divinidades como la Hespérides, celosas guardianas del atardecer cuando las tinieblas empiezan a ganar la batalla de la luz diurna, fenómeno que se repite cada día; las Moiras (Parcas), defensoras del orden cósmico, representadas como hilanderas que rigen con sus hilos los destinos de la vida; Némesis, la justicia divina, perseguidora de lo desmesurado y protectora del equilibrio.

la Creación hindú

En el hinduismo no existe un solo mito para explicar los orígenes, sino que hay tantos como textos, y a veces un mismo texto contiene más de uno. Los más antiguos remontan al Rig Veda, el primero de los cuatro Vedas, escrito a lo largo de los siglos, pero anterior con toda seguridad al año 1000 a.C.
Contrariamente a una creencia bastante extendida, la mayor parte de los himnos védicos –de los que existen en total 1.028, distribuidos en diez libros– no tienen para nada carácter espiritual o metafísico, y son básicamente cantos de alabanza a todo un panteón de dioses antropomorfos. Pero los libros primero y décimo, que coinciden con la aparición del varna, la cuádruple división jerárquica de la sociedad que pronto dio lugar a una proliferación de castas, contienen también los himnos del origen.
En el más popular de todos ellos figura la primera referencia conocida al varna. La creación es el resultado del sacrificio de Purusha (Hombre), el ser primigenio que es todo cuanto existe, comprendido “cuanto ha sido y cuanto será”. Al consumarse el sacrificio de Purusha, que tenía “mil cabezas, mil ojos y mil pies”, la manteca clara que se formó se convirtió en los animales que viven en la Tierra. De este mismo sacrificio nacieron los dioses, Indra (rey amenazador), Agni (Fuego) y Vayu (Viento), así como el Sol y la Luna. La atmósfera se formó a partir del ombligo de Purusha, de su cabeza surgió el paraíso, de sus pies la tierra, de sus oídos el cielo. Tuvieron también aquí su origen los cuatro varnas: de la boca, el brahman (sacerdote); de los brazos, el kshatriya (guerrero); del muslo, el vaishya (pueblo llano); de los pies, el shudra (sirviente).
El incesto primitivo, idea que reaparece con frecuencia en el hinduismo, es el otro medio por el que se produce la creación en el Rig Veda. Una mitología posterior sostiene que el primer hombre, Manu, engendró el género humano con un acto incestuoso; el propio Manu era fruto de un incesto que se había permitido el creador. En los textos mucho más tardíos conocidos con el nombre de Puranas (entre 300 y 1500 d.C.), la historia de la creación es más complicada: el creador del universo fue el dios Brahma, que había surgido del océano primitivo y existía por sí mismo (swayambhu). Brahma se transformó en un enorme jabalí (varaha) para hacer salir la tierra de las profundidades del océano. El primer hombre, Manu, nació directamente de Brahma. Era hermafrodita y tuvo dos hijos y tres hijas con su mitad femenina.
Lo más sorprendente de todos estos relatos es que ninguno nos explica cómo empezó el universo. No se habla de que las cosas hayan sido creadas de la nada, simplemente la materia de que está hecho el universo es utilizada una y otra vez en una serie de ciclos periódicos, como en una gigantesca empresa preocupada por la ecología. En cierto sentido, es el resultado lógico de la concepción hindú de los eternos ciclos del universo, que pasa por cuatro fases sucesivas o yugas, sometido para siempre al ciclo de la regeneración y la destrucción. Se atribuye a los cuatro yugas una duración respectiva de 4.800, 3.600, 2.400 y 1.200 años divinos, cada uno de los cuales dura 360 años humanos. La calidad de la vida y la de los seres humanos va empeorando progresivamente en cada yuga hasta llegar a la actual yuga sombría (kali), que concluirá con un gran diluvio universal al que seguirán una nueva edad de oro y la procreación del hombre por Manu.
Este gran ciclo cósmico que se muerde eternamente la cola, este monótono subir y bajar de la marea en el que toda ilusión de movimiento hacia delante es de hecho un retroceso, se ajusta perfectamente a la vida del campesino indio a lo largo de los siglos. Tras los ardores del verano viene el diluvio del monzón, que reaviva la eterna esperanza de que al fin se terminen el hambre, la miseria y las privaciones. Así, cada ciclo agrícola es en realidad el gran ciclo cósmico en un microcosmos. Prácticamente todas las fiestas de las distintas regiones de la India coinciden con los momentos más importantes de ese ciclo agrario, de modo que, aunque estoy escribiendo este artículo a finales de marzo, en casi todo el país se está celebrando ahora, cuando la cosecha está lista, el tradicional año nuevo indio.

Mitos de creación de Egipto antiguo

Hay algunos mitos de creación que se desarrollaron en ubicaciones varias en Egipto. Los mitos todos tenían en el centro de su historia un montón primigenio lo saben como la "Isla de la creación." Era el objetivo de religión recrear esta vez que causó que los egipcios fueran muy tradicional en sus creencias. Cada uno de los mitos de creación muy importantes afirmaron que el templo de su dios / s local era la ubicación física de la isla. Tres historias muy importantes que se desarrollaron en el reino viejo eran el mito de Heliopolitan, el mito de Memphite, y el mito de Hermopolitan. Cada uno fue puesto el nombre de la ciudad donde el mito se desarrolló respectivamente.

El mito de Heliopolitan se desarrolló en Heliopolis y se centraba en re- Atum como la dios cifra de tecla. De acuerdo con el mito, re- Atum se legó en la existencia. De él, Shu, el dios de aire y Tefnut, el dios de la humedad, fue creados. Estos dos tenía Geb, el dios de tierra, y nuez, el dios de cielo por turno. De éstos el dios de los elementos podía producir la creación. Por turno, estos dos produjo a Osiris, Isis, Seth, y Nephthys. Este mito era el más aceptado ampliamente y famoso de los mitos de creación.

El mito de Memphite se originó en Menfis. De acuerdo con este mito Ptah fue el que era el creador dios supremo. De acuerdo con este mito, Ptah era uno quien empezó el ciclo y no re- Atum. De Ptah, una hija ser creado quien creó re- Atum por turno. De acuerdo con este mito Ptah, era creador del mundo, los dioses, ciudades, comida, bebida, y all that era necesario para la vida. Este mito nunca adquirió el apoyo popular entre the majority of las personas en Egipto.

El mito de Hermopolitan fue desarrollado en Hermopolis. Aquí los dios Thoth, dios de la sabiduría, era el jugador principal. Hay algunas versiones a este mito. Una cuenta tiene un grupo de ocho dioses tener los papeles muy importantes en la creación all de un océano primigenio. Otra cuenta tiene un huevo cósmico como la fuente de la vida. Otra cuenta para la creación era Thoth venir de una flor de loto que surgió en el "Mar de cuchillos.".

Después, los mitos se desarrollaron en el nuevo reino. Uno se desarrolló en Karnak en el templo de amén - re. Éste afirmó que el amén - re era el creador de hombre y los dioses. Another one en el nuevo reino de Khnum que el carnero dirigió dios de Elephantine. Este mito tiene Khnum crear a hombre sobre el suyo que los alfareros empujan.

Antropogénesis Maya
La Creación
“Primero todo era silencio, había mucha calma. No había nada que estuviera en pie en toda la faz de la tierra, solo existía el mar en reposo y un cielo apacible. Todo era oscuro, solo Tepeu y Gucumatz (progenitores) estaban en el agua rodeados de claridad. Ellos son los que disponen de la creación de árboles, bejucos, nacimiento de la vida y del hombre. Se formó el corazón del cielo. Mediante su palabra ellos hicieron emerger la tierra. Dijeron “Tierra” y esta fue hecha.” Popol Vuh

Los mayas, coinciden (como casi todos los pueblos del mundo) en que el origen del mundo, está en el “Verbo” o Logos Platónico, dice el Popol Vuh, que todo estaba en suspenso, que nada se movía, ni existía, y entonces vino “La Palabra”, esto nos recuerda a San Juan cuando dice “En un principio era el verbo…”

“Así como es arriba es abajo”, reza la afirmación de Hermes Trismegisto, de la misma forma como fue creado el Universo, así mismo -y con las mismas leyes-, deberá el ser humano, extender la obra del creador en uno mismo.

“Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación…cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida en el agua”.

El caos Primordial (silencio, el reposo), se encuentra en las aguas primordiales dentro del mismo ser humano y si aprendemos a trasmutar tales aguas es posible que exista una creación superior.

El Fuego sagrado del Amor, debe fecundar las aguas puras de vida y así surge el verdadero Cosmos Hombre (la palabra Hombre incluye al varón y la mujer).

En el Popol Vuh de los mayas, el ave y la serpiente figuran como creadores sexuales del Universo. Tepeu y Cocumatz envían un gavilán al inmenso mar de la gran vida para traer la serpiente, con cuya sangre maravillosa amasan el maíz amarillo y blanco. Dice el Popol Vuh, que con esa masa de maíz blanco y amarillo, mezclado con la sangre de la serpiente, el dios Tzacol formó la carne de la gente. El ave representa al Espíritu Universal de Vida. La serpiente representa al fuego sexual del Tercer Logos. La sangre de la serpiente indica las aguas del Génesis, el Gran Esperma Universal, el Ens Seminis o Semen Cristónico, en cuyas aguas está el germen de toda vida. Estas aguas son la sangre de la tierra, según el filósofo maya. La diosa Coatlicue es la Madre de la Vida y de la Muerte.

(el Ens Seminis).

Realmente, el fuego sexual del Tercer Logos hace fecundas las aguas de la vida para que surja el Universo.

En la teogonía maya, dos dioses intervienen en la creación: uno que da la vida y la forma al hombre, y otro que le da la Conciencia. El Tercer Logos hace fecundas las Aguas de la Vida y cuando éstas han sido fecundadas, interviene el Segundo Logos infundiendo Conciencia en todos los organismos. Los vehículos de acción de todas las fuerzas Logoicas son los dioses inefables.

El Gavilán H´ Ch´ Uuy, el guacamayo “Mo”, el cernícalo X´ Cen Cen Bac, el tapir, Tzimink, Aax y la serpiente “Can” son los factores básicos de los mitos geogénicos mayas. Estos símbolos se utilizan exotéricamente y esotéricamente. En el campo exotérico o público simbolizan hechos de tribu, acontecimientos históricos, etc. En el aspecto esotérico o secreto, la cuestión es altamente científica, profundamente filosófica, sublimemente artística y tremendamente religiosa.

Entre los mayas, el Paraíso Terrenal es Tamoanchan, el sagrado lugar del Pájaro Serpiente. Tamoanchas son de hecho los Iniciados de la Serpiente. El mito de los Tamoanchas es el del Pájaro-Serpiente. Los Tamoanchas descienden de los toltecas, olmecas y mayas. (Samael Aun Weor. Matrimonio Perfecto)

Así mismo, los Mayas conocían a fondo la historia del Mundo, sus razas anteriores y cómo fueron destruidas, al respecto dice el Maestro Samael Aun Weor:

“El Libro Sagrado de los Mayas, El Popol Vuh, dice que Dios creó al hombre de barro y después de madera (la raza Atlante), pero ellos se olvidaron de sus "Padres y Madres", se olvidaron del "Corazón del Cielo", luego vino un gran diluvio y todos perecieron, se metían en cavernas para guarecerse y éstas se derrumbaban (se refiere al sumergimiento de la Atlántida). Así pues cada quien tiene a su Padre y a su Madre Divina que son muy sagrados. En el Padre y en la Madre Kundalini vemos las dos columnas Jachín y Boaz que son las que sostienen el Templo.”

No podía faltar la divinidad representada en sus tres aspectos (Padre, Hijo y Espíritu Santo), conocida como la Trinidad, representada entre los mayas como el Corazón del Cielo, cada cultura del mundo la representa de alguna forma, así tenemos lo que dice el Popol Vuh:

“Se manifestó la creación de los árboles, de la vida y de todo lo demás que se creó por el Corazón del Cielo, llamado Jurakán. La primera Manifestación se llamaba Caculjá Jurakán, el rayo de una pierna. La segunda manifestación se llamaba Chipí Caculjá, el más pequeño de los rayos. Y la tercera manifestación se llamaba Raxá Caculjá, Rayo Muy hermoso. Y Así son TRES el Corazón del Cielo.”

Estas tres fuerzas primarías de la naturaleza en el macrocosmos (Universo) se unen para crear y lo mismo debemos hacer en el microcosmos (Ser humano) para lograr la creación del Auténtico y verdadero Hombre interior.

El Génesis Maya, no solo se refiere a cómo fue creado el Universo, sino explica -para quien tenga ojos, vea- la forma y método con la cual podemos lograr la creación del universo interior, para lo cual hemos venido a este mundo.
Ma. Guadalupe Rodríguez L. - Comisión “Cursos por Internet”
Los mayas creyeron que fueron creados ahí, en tierras del Mayab, pues no habían venido de ninguna parte, de ninguno de los cuatro puntos cardinales de la tierra. Ahí fueron por que ahí los hizo aquel cuyo nombre se dice suspirando ¡Hunab Ku!

miércoles, 2 de septiembre de 2009

SUMERIA

1- El saqueo de Irak en 2003

Cuando en 2003, el Poder Mundial invadía Irak para “democratizar” el país, las fuerzas de ocupación permitieron y facilitaron el expolio que se cernió sobre el patrimonio iraquí. Nada les importaba a los “demócratas” violar la “Convención de La Haya” de 1954, inventada por ellos mismos, en lo que se refiere a la protección de tesoros artísticos en tiempos de guerra.

Este tipo de resoluciones, sabemos que están hechas para castigar a los malos, pero el Sistema que domina el mundo sólo ve crímenes en quienes se oponen a él y nunca en los serviles “demócratas” que cumplen fielmente sus órdenes.

El 80 % de los 170.000 objetos guardados en el Museo Nacional de Antigüedades de Bagdad fueron robados o destruidos durante esta acción criminal de saqueo y destrucción.

Siguiendo la lógica racionalista y del materialismo dialéctico, podríamos ver tras este saqueo un mero interés económico. Es decir, habrían grandes intereses arqueológicos y de coleccionistas de antigüedades en el saqueo de estos bienes para su comercialización. De hecho, arqueólogos del Instituto Arqueológico de América han protestado ante la política llevada a cabo por las fuerzas de ocupación en Irak. La presidenta de este instituto, Patty Gerstenblith, ha dicho: “La agenda de la American Council of Cultural Policy (Consejo Americano de Política Cultural) o ACCP, es promover las colecciones de antigüedades debilitando las leyes de países ricos en restos arqueológicos para eliminar la posesión nacional de sus antigüedades y permitir la exportación”. Los coleccionistas más influyentes del mundo, abogan por condiciones menos restrictivas por parte del gobierno iraquí para la posesión y la exportación de antigüedades y tratan de “persuadir” al gobierno USA para que permitan el traslado “legal” del patrimonio iraquí sin limitaciones de ningún tipo.

Esto está claro y es evidente. Existe un interés económico en el saqueo de las antigüedades iraquíes. Pero, ¿hay un interés oculto tras estas actuaciones aparentemente caóticas?.


2- El conocimiento que viene de Sumer


Ciertamente, la traducción de algunas tablillas (actualmente eliminadas de la existencia por el Poder Mundial), realizadas por lingüistas destacados como Samuel Noah Kramer y Zecharía Sitchin, muestran una civilización sumeria muy avanzada. Kramer afirma que “los sumerios, con la ayuda de sus dioses, especialmente Enlil (el Rey del Cielo y la Tierra), transformaron una tierra llana, árida y azotada por los vientos en un reino fértil y floreciente”.

Diversos autores como Zecharia Sitchin, han descubierto en los textos sumerios aparatos como cohetes y naves de los dioses. ¿Son descripciones de una civilización de origen extraterrestre que se desarrolló en esa zona del mundo hace más de 5000 años?.

Alan Alford, nos dice que toda la vida sumeria giraba en torno a sus dioses. Estos tenían cuerpo físico y a ojos de los sumerios eran los An.Unna.Ki, literalmente “aquellos que vinieron del Cielo a la Tierra”. Estos dioses instruyeron al pueblo en la construcción de templos en lugares escogidos. Con el tiempo, se desarrollaron diversas confrontaciones bélicas entre los dioses. En la región del Mar Muerto se han encontrado evidencias de una confrontación nuclear en torno al 2040 a.C. En esta región se conservan aún anomalías radioactivas y partículas nucleares. La onda nuclear originó un ciclón radioactivo que acabó con la civilización sumeria. Un texto sumerio dice: “En la tierra cayó una calamidad, una desconocida para el hombre, una que no se había visto nunca antes... una gran tormenta del cielo... una tormenta que aniquiló toda la tierra... un viento diabólico como un torrente enfurecido... acompañada de un calor abrasador... durante el día robó a la tierra de su sol reluciente, por la noche las estrellas no brillaban... La gente aterrorizada, no podía apenas respirar... Las bocas se llenaron de sangre... hizo que las casas se abandonaran... los ríos de Sumeria afluían con aguas amargas... los pastos crecían con hierba marchita... Los dioses evacuaron Uruk, se escondieron en las montañas, escaparon más allá de las lejanas llanuras...”.

Las narraciones sumerias sobre “aquellos que llegaron del cielo” se interrumpen en este punto. Los supervivientes al Armagedón nuclear de los Anunakis sufrieron un retroceso enorme, sumiéndose en el caos y la confusión.

Gracias al esfuerzo de los elementos más conscientes de la humanidad, el conocimiento de los dioses sobrevivió en el mundo por vía de varias formas de esoterismo y sociedades secretas, como las Escuelas de Misterio de Egipto y la escuela de Pitágoras. Pero sobre el mundo se cernía la sombra de la contra iniciación...

La biblia judía, según diversos autores, está escrita sobre conocimientos históricos e iniciáticos del pasado. Pero el libro judío no sería la misma gnosis, sino que en él, el conocimiento habría sido pervertido y adulterado con una intención maligna.

En Génesis 6 se habla de Dios, o Nefilim, en sus versiones más antiguas. En realidad la biblia judía está refiriéndose a una versión de los Anunakis sumerios cuyo término Sitchin traduce como “los que descendieron”.

En libros posteriores de la biblia judía vemos cómo el judío extrae conocimientos de los antiguos egipcios. Estos, los egipcios, obtuvieron el conocimiento de culturas más antiguas: Babilonia y Sumeria. Los diez mandamientos de la biblia judía son una réplica calcada de un pasaje de el Libro Egipcio de los Muertos.

En definitiva, el descubrimiento arqueológico del mundo antiguo y la traducción de sus tablillas, textos y demás registros, nos mostró que la biblia judía (el Antiguo Testamento) es un mero calco de historias mucho más antiguas. Fue un duro golpe contra el Pentateuco (los cinco primeros libros de la biblia judía), que se confirmó cuando en 1880 el investigador alemán Julius Welhausen publicó Prolegomena to the History of Israel. En él recogía evidencias de que Moisés no pudo escribir esos textos capitales. Welhausen defendía incluso la hipótesis de que estos relatos que hablan de los Elohim o Seres Brillantes equivalentes a los Anunakis, procedían de fuentes más antiguas, más tarde identificadas con Sumer.

En 1882, Ignatius Donnelly escribe su obra maestra Atlantis: The Antediluvian World. En él habla de la necesaria recuperación de la “Religión-Ur” aria, el culto prehistórico que concede una experiencia directa con la divinidad (Dios) a través de las prácticas y los ritos iniciáticos. También se trata de el “Lenguaje de Ur”, conocido como la “lengua de los pájaros”, el idioma original que se hablaba en el Paraíso antes de la expulsión de Adán y Eva.

En estos años es cuando empieza a vislumbrarse en el horizonte de Alemania el renacer del hombre ario. Las naciones arias aguardaban al Enviado que ha de conducir al hombre al reinado de los dioses de la antigüedad y, sobre todo, al conocimiento que convierte a uno mismo en dios.

Según el erudito germano Samuel Kramer, la palabra “Nazi” viene del nombre de uno de los ocho dioses creados por la diosa sumeria Ninharsug.

3- El primer “humano”

El padre de los Anunaki se llamaba An (o Anu en arcadio), vivía en el cielo (Nibiru) y visitaba la Tierra y otros lugares de nuestro sistema solar muy de vez en cuando, acompañado de su esposa Antu. Su templo en la ciudad de Ur recibía el nombre de E.Anna, “La casa de An”. Los sumerios la demominaban también como “La Casa para Descender del Cielo”.

Anu tuvo dos hijos que vinieron a nuestro planeta: Enki, el primogénito y Enlil.

En un principio Enki tomó el mando en la Tierra, aunque pronto, por orden de su padre, fue sustituido por Enlil. Entre ellos tenían diferencias referentes a las reglas de sucesión de los dioses, determinadas estas por la pureza genética.

Enki tuvo un papel decisivo en la creación del hombre.

Los textos sumerios hablan de la necesidad de crear trabajadores en la Tierra para los yacimientos de oro “dándoles la imagen de los dioses” y suficiente inteligencia para utilizar herramientas. Enki y su medio hermana Nin.Har.Sag (Señora de la Montaña Primordial) hicieron diversos experimentos genéticos. Tras varios intentos fracasados, consiguieron dar con un espécimen apto para el trabajo de las minas. Lo llamaron Lu.Lu, o “uno que ha sido mezclado”. Era el primer “humano”.

Estos son los “terrestres”, los “esclavos de la Atlántida” de que nos habla Miguel Serrano: “Existirían varias humanidades. La humanidad divina de los hiperbóreos, la semidivina de los héroes descendientes de los divinos mezclados y la de los animales-hombres, los sudra, los pasu, “los esclavos de la Atlántida”, tal vez los “robots” de la Atlántida, que sobrevivieron de algún modo a su hundimiento” (NOS, libro de la Resurrección. Miguel Serrano). Tras el hundimiento de la Altántida, continúa diciendo Serrano, en la superficie de la tierra “hay seres extraños, irreconocibles (¿Evenor, Leucippe, Clito?). Algunos de los extraterrestres se enamoran de las hijas de los hombres. Lucifer y sus huestes entran en la Tierra Hueca, interior, donde construyen las ciudades de Agarthi y Shamballah. Allí esperan poder rescatar a los que involucionaron en semidivinos, mezclándose con los terrestres”.

La mezcla entre divinos y “humanos” da lugar a la “humanidad”. Una humanidad en la que hallamos razas mixtas, mezcladas, más o menos puras. Entendemos que esta es una cuestión muy delicada y no pretendemos establecer como definitiva una idea sin tener fundamento firme, pero hemos de tener en cuenta que los textos sumerios son, además de históricos, los textos más antiguos de la humanidad, por lo que hemos de concederles un estimable valor. Esta cuestión tratada por las tablillas sumerias podría ser una explicación de la radical diferencia existente entre las diferentes razas humanas. Producto de la mezcla entre elementos divinos y humanos, hallamos espíritus divinos, razas celestes, encarnados en trozos de barro (materia demiúrgica): “ángeles caídos”. Almas caídas en el mundo.

Se comprende aquí el interés del Poder Mundial por ocultar todo este “misterio” del común de los mortales y cómo en 2003, cuando invade Irak, se esfuerza por sustraerlo. Es el mismo Poder maligno que domina el mundo y que ya hace siglos incendió la Biblioteca de Alejandría, donde se hallaba guardado el conocimiento del hombre y la historia y la prehistoria de la humanidad. Lo mismo sucedió cuando los marxistas chinos invadían Tíbet buscando y destruyendo los textos sagrados de relatos antiguos. O lo que sucedió con los Códices Mayas que nos hablaban de la historia del mundo... y así tantos y tantos casos.

Si bien el rostro del Poder Mundial es múltiple, la mano que se halla tras estos rostros es siempre la misma. A nadie parece extrañarle la alianza marxista-capitalista de la Segunda Guerra Mundial. Vaya, ¿no nos habían contado acaso que eran movimientos antagónicos?. A la hora de la verdad se ve quién se halla tras las diversas ideologías modernas como el marxismo, el liberalismo, la democracia-cristiana, el anarquismo...

El Poder Mundial se esfuerza por crear un mundo insustancial donde el hombre viva perfectamente ignorante de la historia, e ignorante de su verdadera naturaleza y de sí mismo. Para ello, es importante destruir el conocimiento de la verdadera historia del mundo, no sea que el hombre, al conocer el origen, pueda llegar a plantearse cuestiones “desagradables” y despierte del sueño de milenios.

Esto nos recuerda al relato del Paraíso en la biblia judía. Cuando el hombre toma del árbol de la ciencia del bien y del mal, Jehová le expulsa del jardín del Edén: “Y Jehová pasó a decir: “Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal. No vaya a ser ahora que tienda la mano del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre”. Jehová lo echó del jardín del Edén, para que cultivara el suelo del que había sido tomado. Expulsó al hombre del Jardín del Edén y puso delante de él dos querubines blandiendo flameante espada para guardar el camino al árbol de la vida”. (Génesis 3, 24).

La humanidad actual estaría conformada sobre un elemento luciferino, “el fuego de los dioses”, el electrón de los dioses. La recuperación de este poder ha de restablecer en el hombre la dignidad divina que por naturaleza le corresponde.

Ya hemos explicado cómo el Sistema, el Poder Mundial, se esfuerza en mantenernos en los parámetros de un mundo insustancial, distrayéndonos con mil malabarismos para evitar que despertemos al conocimiento. No obstante, la parte más consciente de nosotros mismos lucha por restablecer el estado de gracia que nos liga al reino de los dioses.

Porque en lo más profundo de nosotros mismos alumbra el fuego antiguo de la raza de los dioses. Cuando, por las diversas circunstancias de la vida, este fuego antiguo consigue brillar en nuestras vidas, el mundo pareciera detenerse y la percepción del tiempo se distorsiona. Recuperar este fuego nos permite vivir y sentir como un dios: ser un dios. Este es el sentido del fuego olímpico de la antigua Grecia. Igual que aquellos héroes antiguos, alcemos y enarbolemos la antorcha, el fuego de los dioses, para poder llegar a ser, en verdad, hombres libres.

SUMERIA

La astronomía sumeria y los extraterrestres